Pioneras y transgresoras en las artes de Puerto Rico
El libro editado por Yamila Azize Vargas, “Pioneras y transgresoras, Mujeres en las artes en Puerto Rico,” (Fundación Para las Humanidades, 2021) nos lleva a reflexionar sobre el desarrollo de la conciencia femenina y en la acción social y cultural de las mujeres por revertir el estado de subordinación en que la han mantenido las estructuras sociales. Particularmente en el Caribe signado por distintas migraciones, el resurgir de la plantación en el siglo XIX y el capitalismo de enclave en el veinte
El punto de arranque de muchos de estos estudios es la década de 1930, un periodo de entreguerras en el que tanto el capitalismo como el sistema de producción de enclave, tan deudor de las plantaciones, entró en una profunda crisis creando un proletariado desarrapado, desarraigado de sus tradicionales cosmos productivos y culturales y convocado a una modernidad que le dejaría el asiento de atrás.
Las mujeres fueron parte de las grandes tensiones en esa sociedad caribeña, que fungió como gran factoría en el momento en que Europa dirimía sus diferencias sociales, económicas y políticas. En Puerto Rico, donde el jíbaro bajó de las montañas y se proletariza y se organiza en instituciones políticas y sindicales, en reclamos que desembocaron en la violencia dura de los años 1930-1950 como La Masacre de Ponce (1937), las mujeres lograron espacio en el sindicalismo (Luisa Capetillo), en el feminismo (Ana Roqué de Duprey), en la educación (Concha Meléndez), en la poesía (Julia de Burgos), en la intelectualidad (Nilita Vientós Gastón), y más tarde en la política, etc.
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No era de extrañar que, en el mundo de las artes visuales, las mujeres tuvieran también una ruptura importante. Lo que nos debe poner a meditar es por qué esas prácticas de las mujeres quedaron en el olvido, hasta el extremo de que muchas de las estudiadas en este libro hayan quedado relegadas en el relato de la historia de las artes, y del feminismo en Puerto Rico y el Caribe.
Este libro, que nace como un proyecto de estudio y divulgación, de la “Iniciativa Caribeña por las Mujeres en las Artes”, cuenta con cinco ensayos sobre las mujeres pioneras de las artes en Puerto Rico, una interesante inserción de las mujeres que trabajan en el muralismo en el presente y un epílogo que reclama que las obras de las mujeres puertorriqueñas sean con mayor frecuencia exhibidas en los museos de la Isla.
Antes de continuar, quisiera brevemente conectar estas líneas con el pasado de las artes visuales, la presencia de José Campeche, en el siglo XVIII, la participación de Francisco Oller y Cestero en las rupturas impresionistas del siglo XIX, la existencia de varias escuelas de artes plásticas en Puerto Rico, como la creada por Oller dedicada a las niñas en la postrimería de su vida, como estaciones en el proceso de trabajo de las artistas, que este libro nos devela.
El primer ensayo de esta obra está dedicado a Luisa Géigel Brunet (1916-2008), con el título “Pero, ¿qué son los moonsters de Looeesah?” La profesora Doreen Camacho realiza un minucioso estudio sobre una particular práctica artística de una de las más importantes artistas visuales de Puerto Rico que, como las demás, fue profesora de artes visuales. Al leer este ensayo nos llama la atención el constante trabajo de Géigel Brunet por el dibujo y por realizar una obra un tanto irónica, y muchas veces grotesca de las distintas representaciones que ella llevaba a su conciencia de creadora.
Quien lee este ensayo no podrá aquilatar las transgresiones en el perfil de Luisa Géigel, sino una exposición paralela en su vida de artista. Para conocerla hay que ir al catálogo y al libro que editó Yamila Azize Vargas, “Luisa Géigel Brunet, una artista completa” (1916-2016). Sobre la colección de estos dibujos que estudia la doctora Doreen Camacho escribe el pintor y alumno de Géigel Brunet, Rafael Trelles, apoyando las ideas de Camacho, que la amplia galería de monstruos puede verse también como un inventario de emisiones. Una especie de ‘comedia humana’ con una complejidad psicológica que nos sumerge en un laberinto de rostros y voces contradictorias. Agrega el artista que sus obras tienden a presentar el malestar del momento histórico en que vivió Géigel Brunet (35).
En el ensayo sobre “Luisina Ordóñez Sabater: cuando el arte manda”, Azize Vargas nos revela la vida y la obra de esta mujer que nació en Fajardo, Puerto Rico, en 1909, que estudió en el taller del pintor español radicado en la isla Alejandro Sánchez Felipe, que siguiendo una tendencia de la cultura visual del siglo XX fue becada en España, pero sus estudios fueron interrumpidos por la Guerra civil española. Lo que le permite viajar por Europa y tener un conocimiento de primera mano sobre las actividades artísticas de su época. Ella pasa a Nueva York, en otro periplo de las artes de Puerto Rico, y de vuelta a la isla realiza su obra.
Dos aspectos me parecen sobresalientes, su incursión en el vanguardismo artístico, su colaboración con Luis Llorens Torres (y de manera muy cercana estaba la joven Julia de Burgos) por lo que encontramos en Llorens su participación en distintas artes y su apoyo a Luisina Ordóñez como lo hizo con Julia de Burgos. Acoto, además, sobre el carácter de su obra: Luisina realizó unos bellos paisajes impresionistas puertorriqueños que no han calado en el relato histórico del arte y en las consideraciones de la crítica por su talante exótico. Lo que muestra una contradicción en las consideraciones, porque también se critica los paisajes de Oller por ser muy típicos o costumbristas, mientras los de Luisina se le da el carácter de exóticos. Más allá de esas consideraciones es fundamental apreciar el dominio técnico, la poesía en la abstracción de la realidad y el acomodo a una forma de expresión universal en la paleta de esta importante artista.
Una de las más reveladoras transgresoras que presenta esta obra es Cecilia Orta Allende. El ensayo que trata de su producción artística se titula “Cecilia Orta Allende y su entorno visual expresionista caribeño”. Es una penetrante exposición de la doctora María Elba Torres Muñoz, quien realiza una crítica de las rupturas de esta mujer negra en las artes plásticas de Puerto Rico. Orta Allende (1923-2000) fue parte del grupo de pintores puertorriqueños que estudió en México y que crearon la tendencia social del arte puertorriqueño émulo de los grandes creadores aztecas como Siqueiros y Orozco.
Esta mujer se mantuvo con el bajo perfil que la sociedad puertorriqueña le permitió a una negra que incursiona de forma intempestiva en el relato histórico de las artes. Encontró Orta Allende como todas las demás un modesto puesto de profesora de arte, no en la Universidad como sus compañeras, sino en el Departamento de Educación, donde realizó su labor de enseñanza y elaboró una teoría de las artes plásticas desde la cultura afrocaribeña. Su labor, más que la de las otras, fue silenciada por las ideologías dominantes. Ella es una de las recuperaciones más importantes de este revelador libro de la doctora Yamila Azize Vargas y sus colaboradoras.
Esperamos que este proyecto sea de inspiración para los investigadores en el Caribe. Esperamos un estudio de las mujeres artistas visuales de nuestra zona. El reto queda planteado.
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