Por Miguel Ángel Fornerín

En el año 1972, la colección Estudios que dirigió Héctor Inchaustegui Cabral publicó bajo el sello editorial de la Universidad Católica Madre y Maestra (UCAMAIMA) la segunda edición del libro “La dominación haitiana 1822-18844”, del entonces joven historiador vegano Frank Moya Pons.

Esta es tal vez la primera parada en los estudios dominicanos que se hace en el espacio mencionado y a la vez olvidado de nuestra historia. Podría decir que ningún otro historiador volvió a detenerse con amplitud en el tema.

Conozco el libro desde mi adolescencia. Nunca había tenido la ocasión de hacer una lectura completa de esta obra, que se encuentra en su cuarta edición (Librería La Trinitaria, 2013).

Me sorprende que los historiadores dominicanos han tratado el tema, pero siempre desde unas reducidas fuentes dominicanas y pocos entraron en las fuentes francesas y haitianas para contestar las preguntas que debemos hacernos sobre lo que a veces parece la aventura de vivir juntos de ambos pueblos como lo hizo Moya Pons.

Y señalar qué fue lo que ocurrió, y por qué fracasó la unión de 1822 a 1844.

Lo cierto es que no hubo tal unión, más bien lo que existió en ese espacio de la memoria que, parece que los dominicanos queremos olvidar y los haitianos quieren recuperar, fue la separación para siempre de ambos proyectos políticos.

Digo político porque nunca fue un proyecto cultural, más bien social, en lo tocante a la libertad de los esclavos de la parte Este.

Época de Boyer

En cinco breves capítulos que tratan de la invasión del general Jean Pierre Boyer, la cuestión de la tierra, la deuda pública y la crisis hasta el fin de la dominación, Moya Pons realiza una historia social, política y económica de los 22 años en que la isla fue unida por un solo Gobierno.

A esto se agrega un conjunto de apéndices que permiten que el lector conozca con más detalles la situación económica de la Isla.

Es significativo este libro porque es el umbral de una nueva manera de escribir o “armar” la historia que se encuentra dentro de las rupturas epistémicas que aparecen luego de la dictadura de Trujillo. Constituye este libro un solitario discurso cuando ya comenzaba a desarrollarse una cierta historiografía de corte marxista que da otra interpretación al pasado dominicano.

Jean Pierre Boyer

La importancia del tema y su esclarecimiento lo deja subrayado el mismo Moya Pons en el prefacio de la obra: “El material [sobre la dominación haitiana] está ahí, a la mano, desde hace ciento cincuenta años -o ciento veintiocho, según se prefiera- y espera que nuestros investigadores lo usen y aclaren, más eficazmente que yo, ese desconocido periodo de nuestra formación nacional que sirvió de atmósfera a las ideas de Juan Pablo Duarte” (12). Es decir, el tema era poco tratado y quedaba un largo camino por recorrer.

El plan del autor es escribir un discurso que contestara las causas de la invasión de Boyer, que dijera qué tipo de sociedad se desarrolló, cómo se desenvolvió la economía de ambas partes y “qué factores incidieron en la caída [del Gobierno] de Boyer, así como la preparación de la coyuntura histórica que permitiría la independencia de los dominicanos en 1844” (11).

Puede leer: 

Esta primera mímesis da lugar a la configuración de las acciones y el discurso sobre el pasado dominicano en un periodo de antesala a las ideas liberales que fundaron la nación dominicana con independencia a la nación haitiana que se había declarado independiente de Francia en el año 1804.

Estudio

Como un discurso económico y social, el de Frank Moya Pons se afianza en los ejes de la política de la época y trata de dilucidar ese trozo de nuestro pasado a partir del movimiento económico.

En este la economía es el motor que mueve las acciones políticas, dejando poco espacio para la formación social y los asuntos culturales que no parecen determinantes ni en el proyecto de unión ni en la realización de la separación política y económica.

En este panorama, juega un papel importante la Iglesia como contradictoria del poder haitiano en la parte Este de la Isla.

El primer acierto de Moya Pons es el de establecer la importancia de la permanencia de la plantación en Haití luego del levantamiento de Bois Caimán en 1791. Y las secuelas de mantener funcionando la colonia luego de la revolución. El problema capital fue el abandono del antiguo esclavo del trabajo en las plantaciones y su interés en un pequeño fundo para establecer una economía de subsistencia.

Estos dos proyectos chocaron. Y para mantener el primero, los gobernantes haitianos, como Toussaint y Dessalines, recurrieron a una suerte de trabajo forzado, como lo había hecho en el norte Henri Christophe.

Se nota en el relato las presiones de un campesinado haitiano que, a la vez que funcionaba como soldado del ejército descolonizador, era aspirante a tener algunos cuadros de tierra que le permitieran reproducir su vida sin someterse a los designios de un sistema capitalista que le había dado la libertad y un salario.

El otro asunto era el de la deuda del Estado haitiano, la compensación que debía pagar el Gobierno a Francia para lograr el reconocimiento como país independiente, lo que le permitiría actuar con cierta igualdad en el mercado internacional.

El libro de Moya Pons es importante cuando se centra en la diferencia que existía en los regímenes de posesión de la tierra.

El de Haití, dominado por la racionalidad negra y mulata, heredera del pensamiento cartesiano, y el sentido comunitario y a veces medieval, de las tierras comuneras en el lado del Este.

El choque entre ambas formas de tenencia y explotación de la tierra, así como la confiscación de los terrenos de los oligarcas que se habían marchado huyendo a las invasiones haitianas, unido a la desposesión de los bienes de la Iglesia, generaron contradicciones abismales entre las clases poseedora y el Gobierno de haitiano.

El problema de la tierra fue un talón de Aquiles del proyecto de Boyer de mantener una unión que se dio más que por voluntad de ambas partes, por un interés de la nación descolonizada por someter a los ocupantes de un espacio que había sido y podría haberle sido en el futuro, el asiento de ejércitos imperiales.

Por lo que Haití veía como un problema para su existencia el dominio del Este, más allá de que en su constitución había establecido que la “isla era una e indivisible”.

Este libro presenta las contradicciones políticas entre los mulatos y los negros haitianos, los problemas económicos de Haití cuando negoció el pago de la deuda y las acciones impositivas que grabaron la ascendente economía del Este.

Esto unido a la confiscación de bienes y al activismo de la Iglesia, por la pérdida de su poder terminaron poniendo en tensión el proyecto de unificación, que se quedó solamente, pienso yo, en un intento político.

Otro aspecto muy significativo tiene este libro. Podrá observar el lector que la economía haitiana va en picada desde los años de 1820, mientras que los productos del Este comienzan a tener mayor demanda.

Los productores del Este son madereros y el tabaco y el cacao ocupan una parte muy pequeña en las tablas de las exportaciones. Los dominicanos van creando una clase media, producto de las exportaciones, que alimenta ideas liberales que la llevan a la construcción del proyecto nacional.

Cabe subrayar que en esto en nada funciona como determinante las diferencias raciales (continuará).