Miguel Ángel Fornerín

La ciudad fue el centro de nuestros relatos desde el inicio del siglo XX: La sangre, de Tulio M. Cestero, con la capital, así como Guanuma, que la cruza, (igual que Los carpinteros de Joaquín Balaguer); La Vega está en Rufinito y Santiago, la ciudad heroica de la Restauración de la República, aparece en Alma dominicana, trilogía de Federico García Godoy. Entonces no es cierto que nuestra literatura era simplemente agrarista. Podemos retroceder a Navarijo (1956) de Francisco E. Moscoso Puello, para ver que la máquina de la creación novelística ha estado emplazada en las ciudades de provincia y en la capital.

             En Con el Caribe al fondo, Piña-Contreras ha realizado una obra tan cercana a la vida dominicana, que es, además, una novela del desarrollo de la ciudad y de la clase media. Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que encontramos en esta obra un elemento poco trabajado en la narrativa dominicana, la clase media y su transformación luego de la Era de Trujillo. Si bien José María Sanz Lajara en Caonex avanza este tema, lo afianzan desde el exterior Ángel Rafael Lamarche en Los Cuentos que Nueva York no sabe, y el mismo Sanz Lajara en El Candado, Piña-Contreras lo coloca de forma frontal en su narrativa. 

             Volvamos a la idea de que el género novela se funda como una expresión de la vida burguesa. La clase media dominicana, sus cuitas y querencias aparecen en estas novelas y me enfoco en La casa de Leonor y también en Con el Caribe al fondo

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             Otro aspecto de la narrativa de Piña-Contreras que me ha llamado la atención, además de la clase media y el desarrollo de la ciudad, es la creación del género policial en la República Dominicana. El tema del crimen y la investigación en nuestra narrativa lo encontramos muy temprano en Lamarche y en Virgilio Díaz Grullón. Los autores más cercanos lo están trabajando en la actualidad, de forma muy colindante con la novela negra estadounidense. Baste mencionar en este género obras de Emilia Pereyra y Nan Chevalier, que esperan un estudio detenido.

             El aporte de Piña-Contreras a este género en nuestro país ha de estudiarse. Yo puedo avanzar algunas ideas: creo que un gran valor de sus obras, La casa de Leonor (2007), de talante más bien psicológico, y Con el Caribe al fondo es darle al género policial un lenguaje, que la mayoría de las obras publicadas no tiene. Aunque el trabajo está montado en la vida de la prensa, en la investigación policial, sus obras se pueden leer como auténticas máquinas de la creación verbal.

             También he observado la clara fundamentación de lo policial en las peripecias de resolver un crimen. Creo que en La casa de Leonor la creación no sólo refiere la presentación de elementos novedosos o formas que nos llevan  al disfrute artístico, sino a la idea de que en la creación también funciona una preocupación por realizar un juego con nuestra propia inteligencia al analizar datos que nos permiten buscar el final y componer un rompecabezas. De ahí que el autor está apelando constantemente a nuestra capacidad de razonamiento y donde el lector se convierte en investigador que busca resolver junto al periodista investigador el enigma.

             El otro aspecto que me parece interesante es que en la creación poética de sus novelas la cultura es un elemento central. Por un lado, aparece la arquitectura que cruza de La reina de Santomé a Con el Caribe al fondo a La casa de Leonor.  En esta última aparece el mundo de las artes visuales, la pintura junto  al mundo del comerciante de arte. Así mismo, en “La casa de Leonor”, publicada en colaboración de Inés Tolentino, la relación entre la literatura y el arte es importante en la medida en que las obras plásticas ayudan a componer el crucigrama o más bien el juego de los errores en que se convierte la presentación del enigma.

             Tal vez hayamos caído en esta exposición, debido al interés de contextualizar la producción literaria de Piña-Contreras, en la con la historia del relato sobre nuestra producción novelística, contextualizando, asuntos sociales y elementos poéticos como el lenguaje y el género, los temas que trabajan nuestros artistas de la creación verbal, pero no hemos olvidado su textualidad. La crítica literaria nuestra es indigente a la hora de apreciar la textualidad de las obras literarias que en ella el autor no ha muerto (Roland Barthes) y lo más posible es que nunca muera. Pienso que nos encontramos en pleno inicio de nuestra historia literaria contemporánea porque nos construimos desde nosotros mismos buscando entender y entendernos en la larga carrera de perfilarse en el  espacio caribe.

             El tercer elemento olvidado de los estudios literarios dominicanos es el lector. Debemos  pensar y estudiar la forma de nuestra lectura, el cómo leemos. En los últimos años hemos avanzado en saber cómo creamos políticas de lecturas y cómo operan las ideas canónicas a la hora de seleccionar nuestra producción literaria. Sin embargo, el fantasma del autor nos persigue, el texto se comenta y se estudia muy poco. Mientras que en nuestros discursos críticos el autor, se elogia, el texto queda poco reconfigurado, en los mismos moldes de nuestros primeros juicios. El lector y la lectura apenas asoman en el estudio de nuestra cultura literatura.

             Entiendo que este libro, La narrativa de Guillermo Piña-Contreras, (Santuario, 2023) viene a dar una cierta mirada a la forma en que recibimos la obra de un autor. Esta obra nos da una idea de conjunto de cómo ha sido leída la narrativa de Piña-Conteras y pone en manos del lector interesado las opiniones críticas de una manera de narrar y de recrear con la máquina creativa de nuestro tiempo. Los ensayos de Manuel Núñez, José Rafael Lantigua, Marcio Veloz Maggiolo, Soledad Álvarez, Ilonka Nacidit Perdomo, Ángel Mejía, Jorge Nájar, Sobieski León, Luis Beiro, Giovanni Di Pietro; y la entrevista de Emilia Pereyra… nos dan muchas ideas de cómo leer este autor  en su conjunto. Y también nos muestran  los alcance de una narrativa que tiene una importancia muy especial en nuestras letras.

             Pienso que este es el destino de un trabajo creativo, como el de Guillermo Piña-Contreras,  realizado a conciencia y con sapiencia: el ser criticado, valorado por un conjunto de lectores.

            Como la crítica siempre está en cuestionamiento. Y no creo que sea en vano, porque toda crítica es epocal y en un mundo dominado por el relativismo, lo dicho por un crítico no podría aspirar a constituir una verdad apodíctica. La crítica constituye, además de ser una forma de establecer tabla de valores, un espacio para la discusión y el contraste de ideas. Por lo tanto,  quiero terminar con esta visión de Jorge L. Borges, quien dice en el cuento “El Aleph” que “Carlos Argentino denostó a los críticos, los equiparó a esas personas, «que no disponen de metales preciosos ni tampoco de prensas de vapor, laminadores y ácidos sulfúricos para la acuñación de tesoros, pero que pueden indicar a los otros el sitio de un tesoro». Espero, finalmente, que La narrativa de Guillermo Piña-Contreras,  nos indique el lugar del tesoro de nuestra máquina creativa que es la novela dominicana.

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