Miguel Ángel Fornerín
Una guerra desata la producción de una serie de discursos. Estos buscan, en primer lugar, justificar las acciones humanas. Al ser la guerra la negación de la humanidad como proyecto superior del hombre, argumentar el porqué de una guerra es fundamental para que los demás puedan entender los orígenes y las estrategias de los actores en el escenario bélico.
Para convencer al otro, desde la antigüedad se ha usado la retórica; para el mundo del siglo XXI, se usa la narratividad. Y este contraste nos lleva a pensar entre el convencer, de la retórica al explicar de los relatos. Sabemos que, desde que estudiamos las guerras del pasado, el relato histórico occidental inició en Grecia y siguió en Roma como un metarrelato, como conocimiento de un pasado que actuaba como “magistra vitae”, según Cicerón. A pesar de la distancia de la época, los relatos actuales sobre la guerra siguen conectando los hechos del pasado con los del presente y tienen, muchas veces, el papel de justificar las acciones humanas actuales.
La historia se presenta como un relato precedente que tiene un consecuente. Ese antecedente actúa como una verdad incuestionable, lo que hace que la actualidad pueda ser descrita a la luz del pasado, y que se alcance a vaticinar el futuro. Ahí la historia interviene como pasado, en conexión con el presente y se proyecta, de cierta manera, predictiva de los hechos futuros.
La condición narrativa es antropológica. Donde hay hombres hay narraciones. Como donde hay narraciones, hay lenguaje. Este aspecto va de Ricoeur a Levy Strauss, de Saussure a la condición Posmoderna. De los relatos legitimadores de Lyotard (1979) a los relatos periodísticos factuales cruzados por las ideologías. Los que implican un sujeto que activa el sistema de la lengua y crea un discurso según Benveniste (1966), o que al usar una serie de estrategias lingüística y se constituye como actor que produce un discurso para un receptor, (quien agrega o quita al discurso, en la refiguración de Ricoeur), o para un actor que es también el receptor y el espectador a la vez.
En el año 1989, se publicó en español el libro Historia y narración de Arthur C. Danto. Un ensayo dentro de la filosofía analítica de la historia. Filosofía de la historia a la que muchos pensadores dedicaron una parte de su tiempo desde que Hegel escribiera su Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal. en el año 1830. La filosofía de la historia tiene distintos momentos, pero uno de los más importantes es el del materialismo histórico de K. Marx. Las posiciones de Kant y Nietzsche son muy importantes. Sin dejar de lado la contraposición de Arthur Schopenhauer (El mundo como voluntad y representación, 1819).
El libro del italoamericano Danto es de 1965. Estaba en pleno apogeo el marxismo y el existencialismo en Francia, pero la filosofía crítica de la historia ha tenido un fuerte empuje en Inglaterra y en Estados Unidos. Danto estudia la filosofía crítica substantiva, conectada a la investigación histórica normal y la crítica aplicada a problemas conceptuales que surgen de la práctica de los historiadores que buscan explicar el pasado mediante la creación de un relato que es el producto de la escritura histórica. Danto entiende que un historiador es el que estudia y escribe sobre relaciones de acontecimientos que se dan en el pasado con gran detalle (Danto, 1965).
El autor divide el problema analítico en dos bloques de teorías: las descriptivas y las explicativas. Las primeras proyectan una pauta hacia el futuro y mantiene la tesis de que los acontecimientos en el futuro se repetirán o completarán los eventos del pasado. Las teoría explicativas, por su parte, presentan los elementos causales: son teorías que contribuyen a las ciencias sociales y a la filosofía de la historia. El marxismo para Danto exhibe ambos tipos de teorías. Y bien afirmado esto porque Ricoeur en su hermenéutica entiende que hay una fuerte relación entre describir y explicar.
Danto dice: “Dentro de la historia misma existen también intentos de organizar los hechos conocidos en pautas coherentes y, en cierto modo, tales organizaciones de hechos tienen casi tanto en común con las teorías científicas como las filosofías de la historia” (37).
Danto gira la filosofía de la historia hacia los estudios literarios al plantear que: “Los relatos constituyen el contexto natural donde los acontecimientos adquieren una significación histórica” y presenta el problema de distinguir qué acontecimiento A pertenece al relato R, a lo que yo agregaría el tipo de relato. Porque un acontecimiento pertenece a un tipo de relato ya establecido en la cultura. Por la concepción historicista que nos hace actuales dentro de la historicidad, cierta relación con la historia, entendemos que una guerra marca el fin de un periodo. Como escuchamos hoy. Al igual que los antiguos podría asociar la muerte de César a los Idus de Marzo; o la existencia de ciertas plagas al abandono de los dioses por el monoteísmo, en tiempo de Agustín.
Las preguntas por las causas de la guerra tienen a llevarnos a buscar un relato en el pasado. Es como diría Danto, que inquieren un contexto que les permita explicar el presente. El problema es que hoy ese contexto no es explicativo, sino una narración que parece imponerse en sí misma. Para ello los productores de discursos de derecha acostumbran a usar el pasado como una continuidad y a retornar a un espacio anterior de felicidad. Este aspecto podría ser muy romántico. En esta postura ideológica la historia actúa como un lugar al que hay que regresar.
Es una postura muy usada en la Segunda Guerra Mundial por el nazismo y el fascismo. Para la izquierda, que cree en la ruptura histórica, la apelación al pasado es una nostalgia para regresar a un espacio de la memoria sin retorno. Pues la historia hegeliana marcha hacia el desarrollo del espíritu y la de Marx hacia la clausura de la historia con el final de la lucha de clases.
La justificación histórica de una ideología sea de izquierda o de derecha, ocupa todo el escenario político e intelectual del siglo XX. Se ha buscado un contexto histórico para justificar las acciones humanas del presente y proyectarse hacia el futuro.
El uso y el abuso de la Historia para crear ideologías que justifican las acciones humanas es un acontecimiento que muestra hasta dónde las teorías sobre la historicidad, el debate sobre la filosofía de la historia sigue vivo en Occidente. Esta tiene importancia cuando llevamos los estudios filosóficos a los estudios literarios. La humanidad crea distintos relatos entre los que está el relato histórico que podemos originar en Tucídides y la Guerra del Peloponeso. Pero que adquiere mayor fuerza cuando la historia es usada dentro de un proyecto del desarrollo del espíritu, como postula Hegel.
La noticia, el comentario noticioso, parece más cercano a la crónica que a la historia misma. Podemos ver cómo la crónica sobre la guerra se vale de la historia para argumentar mientras relata. Porque el relato y la explicación van unidos al argumento; y para Ricoeur serían parte del proceso de la comprensión de nosotros mismos. En fin, en los relatos sobre el presente se usa la sombra del pasado: a veces como un espacio feliz al que es necesario regresar, otras, como un periodo de horror al que hay que rechazar (continuará).