Caribbean Literature Scholar
La opinión de Miguel Ángel Fornerín, reflejada en su obra «Las palabras sublevadas», respecto a la poesía de Ángela María Dávila. Fornerín destaca la singularidad y la fuerza de la lírica de Dávila. Describe su poesía como un huracán con un ritmo nuevo, que exhibe dos niveles de creación lingüística: uno culto, marcado por la estética de lo sublime, y otro popular, que se caracteriza por su irreverencia y su capacidad para desafiar las convenciones burguesas de su generación. Esta poesía es combativa, enfrentándose a las ideologías y la moral de su tiempo, e instaurando una nueva forma de ver el mundo a través de lo cotidiano.
Fornerín subraya cómo Dávila transgrede las normas morales y va más allá de figuras literarias precedentes como Julia de Burgos, rompiendo con el machismo y modelando su voz poética como un nuevo paradigma. Su poesía, marcada por la irreverencia sexual y una crítica a las ataduras tradicionales de la escritura femenina, aborda sin restricciones su condición de mujer desde una perspectiva integral, sin limitaciones impuestas por nuevas ideologías feministas.
El análisis de Fornerín no sólo resalta la originalidad y el compromiso social de la poesía de Dávila sino que también la celebra como una voz inusitada dentro de la literatura puertorriqueña, animando a la relectura de su obra La querencia para apreciar la profundidad y el impacto de su poética (Generado con IA Caribbean Literature Scholar)
Miguel Ángel Fornerín valora la obra de Federico García Godoy como un aporte significativo al nacionalismo literario dominicano. Destaca su capacidad para utilizar la literatura como medio para concienciar sobre la importancia del liberalismo en la formación de la nación dominicana. Las obras de Godoy, como *Rufinito*, *Alma dominicana*, y *Guanuma*, son mencionadas por Fornerín como ejemplos de su compromiso con temas literarios, filosóficos, y sociológicos. En particular, Fornerín resalta *El derrumbe* de Godoy por trazar el declive de la segunda República Dominicana y presentar una visión crítica sobre la pérdida de espacio para la conformación nacional debido al desorden interno, el caudillismo, y la influencia extranjera. Este libro fue censurado e incinerado por las tropas interventoras, pero Fornerín lo considera el relato más fiel de un período angustioso en la historia dominicana, contribuyendo de manera fundamental a la formación de un corpus teórico sobre la República Dominicana【28†source】.
Miguel Ángel Fornerín, en «La ciudad en la literatura y otros ensayos de cultura caribeña« (2023), aborda la historia de la República Dominicana y Haití en el siglo XIX y explica por qué no fue posible una unión efectiva entre ambas naciones durante la denominada «dominación haitiana» (1822-1844). La respuesta a este complejo asunto se encuentra en la dinámica social, económica y política que ambas partes de la isla La Española experimentaron en aquel entonces.
Frank Moya Pons, en su obra «La dominación haitiana 1822-18844«, proporciona un análisis detallado del período, enfatizando que, lejos de una verdadera unión, lo que se vivió fue un proyecto político de dominación que nunca logró ser un proyecto cultural o social. El interés principal de Haití era la liberación de los esclavos del este de la isla y asegurar su dominio frente a potencias imperiales que pudieran amenazar su existencia como nación independiente.
Fornerín destaca que uno de los principales problemas fue el mantenimiento de las plantaciones en Haití y la resistencia de los exesclavos a trabajar en ellas, lo que generó un conflicto entre los proyectos de desarrollo capitalista haitiano y la economía de subsistencia que los libertos deseaban. La necesidad de mantener una economía productiva llevó a los líderes haitianos a implementar formas de trabajo forzado, reminiscentes de la esclavitud, para sostener las plantaciones, algo que generó tensiones con la población negra y mulata.
El libro de Moya Pons también resalta el choque entre los regímenes de posesión de la tierra. Mientras que en Haití se seguía una racionalidad influenciada por el pensamiento cartesiano, en el Este prevalecía un sentido comunitario de las tierras comuneras. La confiscación de tierras de la oligarquía y de la Iglesia por parte del gobierno haitiano fue otro factor de división, exacerbando las contradicciones entre la clase poseedora y el gobierno haitiano.
A nivel económico, el Este de la isla, bajo el gobierno de Haití, comenzó a desarrollar una clase media gracias a la exportación de madera, tabaco y cacao, lo que fomentó el auge de ideas liberales y el nacimiento de un proyecto nacional dominicano. Esta emergente clase media no veía en la unión una ventaja, sino más bien una serie de políticas económicas y fiscales haitianas que percibían como opresivas y que estaban impactando negativamente su creciente prosperidad.
Contrariamente a los estudios psicológicos de Jean Price-Mars, que atribuyen el fracaso de la unión a un supuesto carácter «bovarismo» de los dominicanos, Fornerín y Moya Pons demuestran que las razones del fracaso fueron políticas y económicas, no identitarias o culturales. La unión fracasó porque fue un proyecto político carente de una verdadera fusión cultural, y finalmente se desmoronó debido a las diferencias económicas, el centralismo, el autoritarismo y una alianza que nunca tuvo un verdadero apoyo popular.
Así, a través del análisis de Fornerín de la obra de Moya Pons, se deduce que la fallida unión entre Haití y la República Dominicana fue el resultado de una serie de discrepancias fundamentales en la tenencia de la tierra, la economía, y los modelos políticos y sociales, así como de la falta de un verdadero proyecto compartido entre ambas naciones que pudiera superar estas diferencias. Los reclamos de independencia y autodeterminación de la República Dominicana, junto con las tensiones inherentes al legado de la esclavitud y la colonización, hicieron imposible que este periodo de dominación haitiana culminara en una unión duradera.