Miguel Ángel Fornerín
En un mundo donde el arte se entrelaza inherentemente con el tejido de nuestra sociedad, la reflexión sobre la artisticidad y cómo ésta se manifiesta en la República Dominicana es una indagación tanto imperativa como reveladora. Miguel Ángel Fornerín nos invita a explorar la razón artística dominicana, considerando cómo el individuo moderno, a través de distintas expresiones creativas, configura su identidad en relación con la cultura, la política y la educación. Con una mirada introspectiva hacia la esencia de nuestra aproximación al arte, Fornerín cuestiona la influencia de las prácticas culturales y las políticas educativas en el desarrollo de un ser dominicano auténtico, enraizado en la rica tradición artística y en busca de una expresión genuinamente dominicanista en el vasto escenario global.
Interrogando Nuestra Artisticidad
¿Debemos preguntarnos por el arte que hacemos? ¿Debemos interrogar nuestra artisticidad? La respuesta es, sin lugar a duda, afirmativa. Lo que debemos es preguntarnos por la forma en que hacemos, valoramos o mercadeamos el arte. Tal vez, como dijeron los del sesenta, debemos preguntarnos por el lugar que ocupa el arte en nuestra vida social. No tanto por la función que tiene el arte en la sociedad, más bien pensar cómo desarrollamos la vida en el arte.
Aclaro que, cuando hablo de arte me estoy refiriendo a todas las manifestaciones artísticas. Aunque muchas veces las artes visuales sean las que aparezcan como ejemplo. El dominicano tiene una gran tendencia hacia las artes, hacia la creatividad. En distintos momentos de nuestra historia la creación se ha puesto de manifiesto de forma ejemplar. Por lo que existe una cierta relación cercana entre nuestra sociedad y las artes.
La Relación Arte-Cultura en la Sociedad Dominicana
El sujeto dominicano actual tiene que salir del enclaustramiento tradicional hacia un sujeto moderno. Sujeto que nos ha dado una república libre. Producto de nuestra cultura y de nuestra creación. Una república que se ha balanceado en el tiempo. Pero que, gracias a la cultura libertaria dominicana, está ahí. Y nunca ha estado más allá de sus artistas y pensadores. Porque hay una fuerte relación entre arte, el pensamiento y la acción.
El sujeto moderno, el sujeto cartesiano del ‘cogito ergo sum’. Es el sujeto de la duda, de la sospecha. Él es sujeto del criterio y de la crítica. Es el sujeto de la política. Es, en fin, un sujeto libertario. Nos construimos en torno a ese sujeto. Vivimos en la actualidad en su crisis. Opacado por el individualismo, el relativismo y el mercado, existimos como individuos. Es en el arte donde se expresa su crisis. Que es también crisis del lenguaje, del pensamiento, del hacer, de la verdad y de los proyectos.
El Construirse en la Modernidad a Través del Arte
Me he enfocado en las manifestaciones artísticas de las últimas décadas. Hemos puesto un pie en la modernidad mediante las artes: en la música, en la arquitectura, en la pintura, en la literatura, en el teatro… Nuestras apuestas, sencillas muchas veces, han estado a la par de otras manifestaciones y frente al eurocentrismo que permanece hemos realizado un arte de perfil dominicanista. Hemos puesto, como diría Pedro Henríquez Ureña, nuestra expresión. Porque hemos querido ser, porque hemos luchado por ser algo en el mundo. La fundación de ese ser es el trabajo de los artistas. Solo los artistas ponen algo nuevo en el mundo, solo los artistas dominicanos ponen algo en el mundo dominicano que perfila el modo y la manera de ser dominicanos. Forma irreductiblemente dominicana frente a cualquier otra manifestación que busque hegemonizar el sentido.
El Imperativo de la Educación Artística
Esta ha sido la apuesta de todos los artistas que han querido hacer arte dominicano. Colocar la expresión dominicana en las formas viajeras del arte. Adaptar el arte a nuestra propia sensibilidad. Pero eso requiere no solo de amor al suelo patrio, sino también de educación artística. Es lo que trató de hacer Manuel Rueda con la música y con el teatro dominicanos. Como los jóvenes de su generación en todo el Caribe, poner en las formas clásicas las huellas de nuestra lucha por ser.
Pero no es solamente la obra la que se debe interrogar, ni la historia ni la teoría, ni la circulación del arte en nuestra sociedad. Debemos preguntarnos por nosotros mismos y nuestra relación con las artes. Lo que haremos y lo que valoramos. Preguntar por la educación que reciben nuestros niños y jóvenes para poder clasificar, valorar, apreciar y hacer arte. Podemos tener una gran apreciación por el pueblo. Pero las masas, sólo pueden tener una idea acabada del arte, si se han educado. De ahí que se haga urgente desarrollar la educación artística, sobre todo esa que desarrolla en el niño y el joven la sensibilidad artística.
El Desafío de Preservar y Exhibir la Arte Dominicana
No se preocupe por la música que escuchan nuestros jóvenes. Piense en la educación artística que reciben. Y esto va a cuestionar el lugar que ocupan las Humanidades y las Artes en el currículum de la educación media y universitaria. Preguntemos por la cantidad de profesores de arte que tenemos por cada salón de clase; preguntemos por el profesor de teatro, de música, de creación literaria, de apreciación artística que tenemos en las escuelas. Eso hablará de nosotros. Hará que resurja de nuevo el ser del dominicano.
El problema de nuestro arte pasa primero por la educación, nuestro interés en las humanidades, por la lectura. En fin, por la artisticidad. Preguntemos dónde están las obras de nuestros artistas. Donde podemos mostrarle a un extranjero lo que hemos realizado. Si quiero ver las obras de Colson, o las de Suro, de Woss y Gil, etc. ¿Dónde puedo ver las obras de los grandes artistas nacionales?
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Entonces, tenemos un problema. Por qué si soy profesor de arte de una escuela de Higüey, sería muy difícil verlas. Porque no tenemos una colección nacional de arte, que puedan ser mostradas más allá de la Capital. porque no tenemos museos en las provincias. Porque no tenemos una verdadera política sobre las artes que resuelva problemas como ese.
No he querido preguntarme si existe o no un arte dominicano. Hoy no he intentado pensar el arte europeo como centro del arte del mundo. Por lo contrario, invito a interrogar la relación que tenemos con el arte. Porque de ella depende nuestra artisticidad. Es decir, los juicios, las prácticas y las transacciones que realizamos con los valores simbólicos. De ella depende nuestro hacer artístico.
Un Diálogo Necesario: La Razón Artística Dominicana y el Futuro Cultural
La pregunta debe descender de nuestras abstracciones teóricas a nuestra realidad práctica. La razón artística dominicana. Debemos hablar y dialogar sobre esa razón. Con los presupuestos nacionales en la mano; con los planes educativos de frente; con mirada hacia los aportes privados y de mecenazgo. Debemos hablar desde el congreso y desde las reuniones de padres en los colegios. Preguntarnos: ¿qué haremos hoy para que los niños y los jóvenes estén más cerca del pasado y del presente del arte? Esto quiere dar cuenta de cuáles obras de teatro se presentarán, cuáles exposiciones vamos a visitar… a criticar y a destacar. Cuáles museos vamos a visitar. ¿Cuáles museos y cuántas casas de la cultura en los pueblos de provincia van a inaugurar?
La acción artística es y debe partir del individuo, o ciudadano de juicio y razón, de proyectos y de visión de futuro, hacia las instituciones, que no deben ser las que determinen lo que se hace y lo que se valora; lo que se esconde en los almacenes y lo que se expone. La razón artística debe proponer una nueva movilización a favor de las artes. Por el hombre. Por las Humanidades. Y ella no debe estar limitada a la espera de la acción gubernamental. Debe desbordar esa acción. Creo que los jóvenes de la década 1960, que se encontraron perdidos luego de treinta años de repetición, del reino de lo Mismo, emprendieron un arte nuevo, un arte que los pusiera de nuevo en el mundo. Porque no se puede estar en el mundo sin arte. Solo el arte transfigura los lugares comunes, y define nuestra existencia.